jueves, 2 de julio de 2009

¿Quién fue René Magritte?

René Magritte es un icono fácilmente identificable por algunos cuadros cuya sugestión visual alimentó profusamente la industria del póster. Pero, al menos en estas latitudes, poco se sabe de su vida. Menos se conoce de la escuela surrealista belga que en gran medida Magritte lideró, por momentos enfrentada a la tiránica rigidez teórica de André Bretón, el pope del surrealismo francés.

La muestra de 61 fotografías en blanco y negro, realizadas por Magritte a lo largo de tres décadas, permite llenar algunas de estas lagunas a través de un conjunto iconográfico excepcional. Concebidas como un puro divertimento, las imágenes rescatan a Magritte y a sus compinches surrealistas de Bruselas entregados a encuentros hogareños o callejeros teñidos con aires de juguetona diversión dominical y cierta atmósfera de provocación dadaísta.


Magritte es el autor pero también el protagonista de la mayor parte de las fotografías, a quien se ve junto a Georgette, su esposa y musa. Hay un dato a tener en cuenta, que marcó trágicamente la vida de Magritte: cuando tenía once años su madre su suicidó arrojándose al río y su cuerpo fue rescatado recién varias semanas después. Parte del vestido se había enroscado en la cabeza y esa imagen fantasmal lo persiguió toda su existencia: una y otra vez fue parte de los enigmáticos rostros sin rostro que abundan en sus cuadros. Con su serena hermosura, Georgette encarnó "la alegría de vivir" y no por casualidad ése es el título de la foto inaugural de esta saga visual que viene recorriendo el mundo desde 1976.

Violentando el orden lógico y físico que enhebra los objetos del mundo, Magritte socavó muchas certezas del realismo. Su pintura más célebre, una pipa absolutamente naturalista, lleva una leyenda: Ceci n''est pas une pipe (Esto no es una pipa). Cuando la expuso en 1929 amplió el texto: "Ceci n''est pas une pipe, ou La Trahison des Images" (Esto no es una pipa, o la traición de las imágenes). El mensaje era evidente, casi didáctico.


Invirtiendo la fórmula, la muestra preparada por el Comisariado General de la Comunidad Francesa de Bélgica se titula La fidelidad de las imágenes, René Magritte y la fotografía. Aun así, algunas tomas pueden verse como expresivos comentarios al pie de sus propias obras. Es el caso de L''amour, una fotografía de 1928, donde se ve a Magritte, pincel y paleta en mano, haciendo el gesto de "pintar" a la propia Georgette, de pie frente a él. La escena se repite en un óleo reproducido en gran tamaño donde el artista aparece pintando un desnudo femenino en un espacio virtual y no sobre la tela. El cortocircuito entre la realidad y la imagen es evidente: algo que diferenció la producción de Magritte de la del resto de los surrealistas.

En muchas tomas aparecen rincones de la casa o del jardín donde Magritte tuvo un estudio de publicidad que le daba de vivir. Era una modesta vivienda en Jette, un barrio de los suburbios de Bruselas. La última foto, de 1955, tiene una gravedad y una emoción que la diferencia del resto. Magritte aparece parado en el balcón del primer piso, donde estaba su taller. Frente a él, una puerta de vidrio captura íntegra su imagen. Suena a testamento: el artista y sus espejos, como Alicia, buceando en el otro lado de las cosas, el más inasible y misterioso. (Viamonte esquina San Martín. Hasta fines de febrero.)

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