domingo, 2 de agosto de 2009

La pelota nacional seduce solo a los viejos quiteños

Este deporte se practica los martes, sábados y domingos desde las 14:00. Juegan en el estadio Wilson Dalgo, ubicado en la Mena Dos y en Chimbacalle, al sur de Quito. También en el parque La Carolina, al norte de la ciudad.


En sus ojos obscuros hay diligencia, vivacidad y astucia. En su voz hay tenacidad y alegría. Es un hombre de rostro cobrizo y cansado. Carchense de nacimiento. Su edad está alrededor de los 45 años. Tiene unas cuantas arrugas, dueño de una infancia traviesa, amiguero, nada materialista… así es José Antonio Chacón.

Tarde de sol y viento, el silbido de los árboles de Chimbacalle sopla en sus orejas. José lleva puesto una camisa a cuadros y un pantalón café desteñido. Es bajo de estatura, un poco gordito. Su carácter es vivaz y hasta un tanto parlanchín. Sus ojos enfocan un lugar distante de la tarde todavía no identificado.

José es jugador de pelota nacional. Todos los domingos por la tarde sale a las canchas para reencontrarse y distraerse con sus amigos, “Es mi deporte favorito, porque desde los 15 años aprendí a manejar la pelota de Guante”. Siente que la ubicación de la cancha es cuna estratégica para recabar la historia y las leyendas del juego. Recuerda con nostalgia que este juego se practica en Quito desde 1917.

Mientras mira el desarrollo de un cotejo con mucha euforia, José define a éste como el deporte más autóctono del Ecuador. Lo compara con el tenis, por las raquetas, pero aquí se llaman tablas o guantes, pues son más pesadas y rústicas. Está hecha de madera con pupos de caucho y pesa cerca de dos kilos.

El error en un saque le produce a José una sonrisa burlona. Después de unas cuantas bromas hacia sus amigos, prosigue con su relato y explica que existen tres tipos de bolas, todas elaboradas de caucho negro: de guante, de tabla y de viento. Está última es la más ligera y obliga a jugadas rápidas. Pesan alrededor de los 800 gramos.

“Es un deporte muy fácil de practicar”, expresa José. Opina que la cancha donde juegan es un rectángulo de nueve metros de ancho y 100 metros de largo, marcada en la mitad por una línea en el piso, sin red. Allí, se miden dos equipos, cada uno integrado por cinco jugadores, los que se ubican estratégicamente: sacador, torna, media torna y dos medios.

Su alma irreverente se manifiesta cuando luego de beber una cerveza en la cancha, responde a la pregunta: ¿En qué ya no crees? Contesta: “En los jóvenes que ya no les interesa aprender este deporte, porque ahora los juegos que los distraen son el fútbol, basket y videojuegos”.

De pronto, da un brinco. “Háganse a un lado conmigo, ya voy, yo ya voy”, expresa a la distancia José Chacón, mientras ingresa a la cancha. Termina el juego y pierde, pero volverá por la siempre esperada revancha, inyectando su sal, característica de la mayoría de practicantes de este juego.

El sol empieza a ocultarse. José Chacón junto con sus amigos se retira y se despide. Mañana será otra jornada.

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